Por una feliz infancia, este domingo y siempre, ocupémonos de regalarles eso tan sutil y esencial que los va a acompañar en todo el camino…
Transmitirles suficiente confianza en sí mismos, mostrarles la alegría para que miren la vida, enseñarles la tolerancia y el respeto como modo de relacionarse y hacerlo todo con ternura, la misma que ellos tienen para regalarnos.
Porque cada edad y cada momento de la vida se quedan en nuestra memoria junto con una música, un perfume o un sabor particular…
Los guardapolvos que huelen a tutti-frutti, tus tardes de verano con amigas y el aroma a coco con especias, tus días agitados con naranja y jengibre, un suave aroma a baby love en la cuna de tu primer hijo, las largas tardes de invierno que huelen a vainilla…
Es cierto que todo lo que vamos transitando nos marca y está en nosotros distinguir qué parte de todo eso vale la pena y qué no. Aprender, sobre todo, de quiénes fuimos, porque nadie más que nosotros sabe cuánto nos dolió ese golpe en la vereda, o descubrir una verdad que acababa con la fantasía.
Siempre digo que para animarse a renovarnos no hay edad y que sentirse bien es un estilo de vida que transciende absolutamente todo. A lo largo de nuestras vidas vamos adoptando nuevas ideas, que nos acompañan en las distintas etapas que atravesamos.
