Atrás quedó casi el año entero. Cierro los ojos y todavía puedo sentir el abrazo de celebración con cada una de las personas que estamos siempre y al perro temblando por el miedo a lo que para sus oídos es caos. Día tras día fuimos construyendo nuestra propia experiencia de vivir, aventuras reales, con aciertos y no tantos, pero con la convicción de haberlo hecho de corazón y de verdad.
Hay un mundo muy maravilloso para analizar: el auto de una mujer.
Ahí convive lo más cotidiano de nuestros días; la botella de gaseosa, el cargador del celular, algunos cds de música, nuestro par de anteojos de sol favoritos y objetos mucho más extraños que ésos, como en mi caso, el arbolito de navidad que vengo paseando en mi baúl hace varios meses y que pronto tengo que volver a armar… (nota mental: ¡sacar eso del auto!).
Las mujeres tenemos un poder que nos hace inmensas; somos capaces de ser un montón de personas en una misma. Somos la joven que supimos ser y también la madre que va a buscar a los chicos al colegio. Vamos al gimnasio y también tomamos mate con nuestras abuelas. La mañana nos encuentra haciendo algo pero a medida que van pasando las horas nos vamos transformando de acuerdo a nuestras actividades… y cada momento del día nos va definiendo como una mujer distinta.
Las mujeres estamos continuamente en busca de un estilo que nos haga bien. La moda es linda, pero más linda es cuando nos hace sentir cómodas. No todos los jeans nos hacen creer que nos robamos las miradas de nuestro alrededor ni todos los perfumes nos hacen pensar que podemos llevarnos el mundo por delante.
